El día que elegí cambiar
Y la verdad es que nunca lo hacía. Solo veía cómo los días pasaban… mientras yo me postergaba.
Durante años viví a la sombra de mis parejas. Creí que con ellos era como se lograban las cosas, que junto a ellos era donde mi vida florecería.
Y así fui aplazando mis metas, mis pasiones, mis sueños, por un "quizá", por un amor que nunca debió valer más que el amor propio.
Y sin darme cuenta, me perdí. Me olvidé de mí. Me convertí en la espectadora de mi propia vida.
Hoy sé que todo eso fue una elección. Dolorosa, inconsciente, pero mía. Porque no saber lo que vales también es una forma de abandonarte.
Porque esperar a que alguien te salve es otra manera de negarte la oportunidad de salvarte tú.
Hasta que un día, la vida me rompió. Una ruptura. De esas que se ven venir pero igual te dejan en el suelo.
Y dolió, sí. Pero esta vez, decidí que si algo iba a doler, que fuera crecer.
Empecé a construir lo que había olvidado: a mí misma. Pieza por pieza. Sin mapas. Sin instrucciones.
Y aquí estoy. No lo hago maravillosamente… ¿pero quién lo hace a la primera? Aún estoy aprendiendo. Tropiezo. Me corrijo. Me impulso.
Pero aprender practicando, caminando, haciendo, es mucho mejor que quedarse paralizada solo con teoría.
Y sí, tengo que mejorar. Claro que sí. Pero lo haré. Poco a poco. Día a día. Hasta que nadie pueda decirme que no lo logré.
Porque al final, la única que va a vivir con mi historia… soy yo. Y si de algo quiero ser dueña, es de mi resultado y de mi felicidad.
Escribo esto con el alma abierta, porque sé que allá afuera hay más personas como yo. Que han callado sus sueños por miedo, por amor mal entendido, por costumbre.
Y quiero decirte que no es tarde. Que no hace falta ser perfecta. Hace falta empezar.
Y aunque aún hay cosas que no me atrevo a contar, heridas que siguen cerrando, estoy aquí. Mostrándome. Hablándote. Y sobre todo, eligiéndome.
El resto… lo iré escribiendo con cada paso que me atreva a dar.
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