El verdadero valor de lo hecho a mano




Muchas veces, quienes trabajamos con nuestras manos nos hemos encontrado con personas que se enamoran de lo que hacemos, pero no están dispuestas a pagar lo que vale. Y más de una vez —con todo el descaro del mundo— intentan ponerle precio a nuestro trabajo. Como si fuera tan fácil.

Confieso que a veces he cedido. He bajado el precio porque la persona no quería pagar lo que pedía, porque me urgía vender, porque pensé que era mejor algo que nada. Pero no debería ser así. Cuando hacemos eso, más allá de perder un poco de dinero, estamos desvalorizando nuestro arte y mano de obra. Y eso duele más.

Porque detrás de cada pieza hecha a mano hay mucho más de lo que se ve:

Primero, está la idea que nace en la cabeza.
Después, el diseño, el probar, el ajustar.
Luego, darle forma con las herramientas que tenemos a nuestro alcance, aunque no siempre sean las ideales.
Después, hacerlo realidad.
Y por último, intentar mostrarlo, venderlo, difundirlo… aunque no seamos expertos en marketing, aunque no tengamos el alcance, aunque sólo llegue a unas cuantas personas.

Hacer arte, hacer algo artesanal, no es tan solo crear un objeto. Es poner el corazón en algo que va a llevarse otra persona. Y eso tiene un valor.

No pedimos el precio por capricho. Pedimos lo que creemos justo por nuestro tiempo, por nuestro esfuerzo, por la historia que hay detrás de cada pieza. No estamos vendiendo únicamente un producto. Estamos compartiendo algo que hicimos con amor, con dedicación, con esperanza.

Antes tejía, y muchas veces me enfrenté a personas que creían que porque uno hace más piezas, estas valen menos. Sin tener en cuenta que cada una lleva el mismo esfuerzo, la misma dedicación y el mismo tiempo invertido. Por eso, hoy sólo trabajo para quien previamente aprueba mi presupuesto. O si no, lo siento en el alma, pero mi producto vale lo que yo digo.

Por eso, si alguna vez ves algo hecho a mano y no puedes o no quieres pagarlo, simplemente sé amable. Di “gracias”, y sigue tu camino. Pero por favor, no intentes regatear. No le pongas precio a lo que no hiciste tú.

Quizá lo encuentres más barato en otro lado, sí. Pero no va a ser lo mismo. No va a tener la misma calidad, ni el mismo alma.

Porque lo artesanal no es caro: es valioso.
Y si tú pides calidad, también tienes que estar dispuesto a pagar por ella.

Así que la próxima vez que veas una pieza hecha con las manos y el corazón… piénsalo dos veces antes de juzgar su precio. Porque ahí, en ese objeto, hay una historia que no se puede medir sólo en dinero.

 ¿Qué opinas sobre el valor del trabajo artesanal? Déjame tu comentario abajo, me encantaría leerte.

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