Crónica de una humanidad que se desvanece

 


Me duele decirlo, pero siento que ya casi no nos sorprende ver imágenes de personas heridas o muertas. Que los desastres naturales, las tragedias, se han vuelto parte de una rutina fría y hasta banal. Y que las noticias, en ocasiones, parecen contar estas historias con una frialdad que roza la indiferencia, o incluso con un toque de burla. ¿Será que ya no nos importa lo que somos como seres humanos?

Cada vez me preocupa más que la empatía se esté perdiendo en nuestra sociedad. Que hoy, más que sentir compasión, muchas personas solo miren el sufrimiento de los demás por curiosidad morbosa, como si fuera un espectáculo más. Eso me duele en el alma. Me pregunto: ¿qué nos está pasando? ¿Cómo dejamos que esto ocurriera?

Las noticias actúan como una droga: primero nos impactan; pero a medida que las consumimos, ¡nos hacen menos efecto! Lo que antes nos estremecía hoy apenas nos conmueve. Hemos empezado a normalizar el dolor ajeno, a pasar de largo frente al horror, como si no nos correspondiera hacer algo al respecto.

Cada día vemos más casos de violencia y crueldad que nos estremecen, pero que también parecen volverse normales. Como el caso reciente de la cosmetóloga asesinada en la puerta de su casa, frente a su pareja sentimental, luego de atender el timbre. Una mujer con un postre en las manos, que se hacía pasar por domiciliaria, le disparó a quemarropa sin mediar palabra y huyó rápidamente.

Lo más triste es que los comentarios en redes y medios no se centran en el horror del acto, sino en juzgar a la víctima. Dicen que supuestamente hacía videos indebidos, que “se ganó lo que le pasó”, y que quienes la defienden seguro hacen lo mismo. ¿Por qué siempre se echa la culpa a la víctima?

Además, los niños y mujeres inocentes que aparecen en las noticias por tragedias o violencia, solo permanecen un tiempo en la memoria pública y luego caen en el olvido. Realmente, es difícil aceptar que muchas veces, cuando esto ocurre, la víctima, que no puede defenderse, termina siendo la culpable ante la sociedad.

Hoy, hasta nos da miedo defender a alguien, porque no sabemos si terminaremos siendo dañados nosotros mismos. En muchos casos, en lugar de llamar a las autoridades para actuar, la gente solo graba y publica en redes sociales, y luego no pasa nada. Esa pasividad e indiferencia únicamente alimentan un círculo vicioso donde la injusticia y la violencia siguen ganando terreno.

Y este patrón de insensibilidad no solo afecta a los humanos. También se refleja en el trato que damos a los animales. Casos de maltrato animal abundan en redes sociales: mascotas golpeadas, abandonadas, quemadas o utilizadas como objetos de entretenimiento. ¿Cómo puede alguien mirar a los ojos de un ser indefenso y aun así elegir lastimarlo? Eso también habla de una sociedad que ha perdido su brújula moral.

Los animales no pueden hablar, no pueden defenderse ni pedir ayuda. Dependen de nosotros para protegerlos, para tratarlos con respeto y amor. Pero a menudo, lo que encuentran es crueldad, indiferencia o simple olvido. Y duele, duele profundamente ver que quienes deberían cuidarlos los usan como blanco de su rabia, su frustración o su perversión.

Pienso en los niños, en la generación que viene detrás de nosotros. Ellos serán el futuro de esta humanidad que a veces parece estar perdiéndose a sí misma. ¿Qué esperanza les dejamos? ¿Qué mundo les estamos entregando para que puedan disfrutar algo bueno, para que crezcan en un ambiente sano, lleno de respeto y amor?

Me duele mucho ver cómo hay personas que causan daño sin ninguna razón, solo por placer. Sé que la vida a veces nos pone en situaciones difíciles, donde luchar por sobrevivir puede ser un acto de fuerza y necesidad. Pero otra cosa muy distinta es infligir dolor de manera cruel, sin sentido ni humanidad. Eso me parte el alma.

Y me enoja sobremanera que, cuando algo malo le ocurre a alguien, lo primero que salga sea culpar a la víctima. Nadie debería ser lastimado para que otro satisfaga sus necesidades o deseos egoístas. Nadie merece cargar con la culpa o el juicio cuando lo que realmente importa es que se respeten la vida y la dignidad de cada ser.

Es insoportable pensar que la sociedad muchas veces revictimiza a quienes ya sufren, como si fuera más fácil echarles la culpa que enfrentar la realidad del daño y la injusticia. Pero yo creo en otra cosa: creo en la justicia, en la empatía y en el respeto.

Cada vez que veo esas escenas, siento un nudo en la garganta y una tristeza profunda, mientras muchas personas parecen seguir con su vida como si nada pasara. Y me pregunto: ¿a dónde vamos si seguimos así?

Tal vez ha llegado el momento de despertar, de mirar más allá de la superficie y recordar que detrás de cada herida, cada lágrima, hay una historia, una vida —humana o animal— que merece ser respetada. Que merecemos todos recuperar la empatía y el compromiso para construir un mundo mejor.

Porque si perdemos eso, perdemos lo más valioso que tenemos: nuestra humanidad.

Comentarios

  1. Y peor aún , hay gente que goza con el morbo que ese tipo de noticias causa, que tristeza.

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  2. Lastimosamente, muchos deben cambiar su perspectiva, pero tomando conciencia, debemos empezar por nosotros mismos.

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